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La historia de los relojes Tudor

Al igual que ocurre con Rolex, la historia de los relojes Tudor viene determinada por la capacidad Hans Wilsdorf, su creador, de ir un paso por delante del resto en el desarrollo de relojes mecánicos de alta calidad.

Hoy vamos a hablar de como aparecieron los relojes Tudor y de como ha sido la evolución de sus principales colecciones hasta convertirse en el referente de la alta relojería suiza que es a día de hoy.

Los orígenes de la firma Tudor y los primeros relojes

Es en febrero de 1926 la casa “Veuve de Philippe Hüther” registra la marca “The Tudor” con Hans Wilsdorf como depositario en exclusiva de los derechos de uso de la marca.

Para ese año, Rolex ya era una firma establecida y de reconocido prestigio. Su creador se había anticipado a las necesidades del mercado y había desarrollado relojes de pulsera de precisión cronométrica cuando aún predominaban los relojes de bolsillo.

El objetivo de Hans Wilsdorf, siguiendo sus propias palabras, era crear relojes que sus distribuidores pudieran vender a un precio más bajo que los Rolex, pero alcanzando los mismos niveles de confianza por los que Rolex ya era conocida en todo el mundo. Es por esto que en algunos de los primeros modelos de Tudor aparecía el nombre de Rolex, para garantizar la calidad técnica de los relojes hasta que alcanzase su propio lugar dentro de la industria.

La historia de los relojes Tudor

En estos primeros años se entrega a la empresa Willis una partida de relojes para ser distribuido en las principales joyerías de Australia. Entre ellos se encontraba el Tudor ”Catanach´s”, que podemos apreciar en la imagen.

Se trataba de un reloj rectangular con bordes biselados en material cromado, un ejemplo muy representativo de los modelos de pulsera que Tudor había lanzado para hombre y mujer en estos inicios.

A mediados de los años 30 la casa “Veuve de Philippe Hüther” transfiere la marca Tudor a Hans Wilsdorf y comienza a aparecer en los relojes la rosa junto al escudo como símbolo de Tudor. Pero no es hasta mediados de los años cuarenta, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se crea la empresa Montrees Tudor.

El nombre de la compañía continuaría muy ligado a Rolex en los siguientes años al lanzar modelos en caja Oyster, como el Tudor Oyster 4463, o con la aparición de “Made by Rolex” en los eslóganes publicitarios.

La fiabilidad del Oyster Prince en los años 50

En el año 1952 aparece el Tudor Oyster Prince junto a una campaña publicitaria que puso mucho énfasis en la precisión, la robustez y la fiabilidad del reloj, aumentando la credibilidad del producto.

Esta campaña vino respaldada personalmente por Hans Wilsdorf. Su creador aseguraba que este modelo compartiría con Rolex dos de sus grandes características: la hermética caja Oyster y el prestigioso mecanismo de cuerda automática Perpetual.

Al igual que ocurrió con algunos de los primeros modelos de Rolex, el Oyster Prince demostró su fiabilidad en situaciones extremas. En este caso se trató de una expedición de la marina británica en Groelandia, dónde el reloj pudo demostrar la fiabilidad y la precisión que se publicitaba comercialmente.

Además, la compañía lanzó el año siguiente una campaña de pruebas de robustez en la que se exponía al reloj a situaciones límite, como ser utilizado 252 horas por un minero en una excavación manual de carbón, a vibraciones de un martillo neumático por 30 horas o a ser portado por un motorista de alta competición durante más de 1500 kilómetros entre otras.

La primera generación de Tudor Submariner

La historia de los relojes Tudor

En el año 1954 la casa alcanzaría un nuevo hito con el lanzamiento del Tudor Oyster Prince Submariner (referencia 7922), su primer reloj de submarinismo. Este modelo garantizaba la hermeticidad hasta los 100 metros de profundidad.

Por otro lado, su diseño era el propio de un reloj de buceo, con todos sus elementos enfocados en mejorar la legibilidad bajo la superficie y con un bisel giratorio bidireccional graduado en intervalos de 5 minutos para controlar los tiempos de las inmersiones.

Esta primera generación dio lugar a numerosas versiones que incorporaron cada vez mayores prestaciones, convirtiendo a la serie Submariner en los relojes de referencia para los profesionales de todo el mundo.

Aunque no fue hasta la primera mitad de la década de 1960 cuando la referencia 7928 definió las especificaciones técnicas y la línea a seguir por el Tudor Submariner hasta el año 1999, en él apareció por última vez en el catálogo.

El Tudor Oyster Submariner “Snowflake” y la nueva generación

Aunque la serie 7900 macó la evolución de los relojes de submarinismo de Tudor, a partir de 1969 comienza una nueva generación con las referencias 7016 y 7021.

La historia de los relojes Tudor

En la referencia 7016, también conocida como Tudor Snowflake entre los aficionados por la característica forma de sus agujas, encontramos varios cambios respecto a las series anteriores que marcarían la serie Submariner en las próximas décadas. En cuanto a su movimiento, se introdujo el movimiento ETA 2483 y la caja, ahora de 39 mm, garantizaba la hermeticidad hasta los 200 metros de profundidad.

Es en esta misma década cuando la Marina Nacional Francesa y la Marina Estadounidense, entre otras organizaciones militares, incorporaron diversos modelos de la serie Submariner al equipo de sus unidades, reforzando el prestigio de la firma.

Entre algunas de las referencias utilizadas encontramos la 7928 y la 9401. Curiosamente, estas referencias no se crearon en exclusiva para las unidades especiales de los marines, sino que eran referencias que ya se encontraban dentro del catálogo y que se escogieron para su uso profesional. Aunque incorporaban algún distintivo, como las iniciales M.N en el enroscado de la caja junto al año de adquisición, como fue el caso de la Marina Francesa.

En la actualidad, Tudor tiene varias colecciones de relojes de buceo, entre las que encontramos Black Bay, Black Bay P01 o Tudor Pelagos por citar solo algunas.

Los años 70 y los primeros cronógrafos de Tudor

La historia de los relojes Tudor

En la década de los años 70 llegaron los primeros cronógrafos de Tudor. La firma fabricaría desde esta década cuatro familias de cronógrafos llenos de personalidad que cosecharon un gran éxito entre los aficionados.

El primero de esta serie fue el Tudor Chronograph Oysterdate, equipado con un calibre mecánico Valjoux 7734 de cuerda manual y un mecanismo de cronógrafo de camas. El diámetro de su caja era de 39 mm, algo más grande que los cronógrafos de la época. De esta primera familia aparecieron tres referencias (7031/0, 7032/0 y 7033/0) con el bisel como principal diferencia, aunque la tercera referencia no llegó a comercializarse.

Tan solo un año después llega la segunda familia de cronógrafos Oysterdate conocida como “Montecarlo” por los coleccionistas, incorporando mejoras técnicas y diversas variaciones tanto en la esfera como en el bisel. La principal novedad fue cambiar al calibre Valjoux 234.

Al igual que la primera familia de cronógrafos, el Tudor “Montecarlo” presentó tres referencias, siendo la 7169/0 la producida en mayor escala.

Tudor Big Block y Tudor Prince Oysterdate

La historia de los relojes Tudor

En el año 1976 llega la tercera serie de cronógrafos apodados como “Big Block” por los coleccionistas y también conocidos como “Automatic Chrono Time” o simplemente “Chrono Time” por las inscripciones de las esferas.

En esta serie las cajas eran un poco más gruesas para poder albergar el movimiento automático Valjoux 7750, y de ahí el sobrenombre que le dieron los aficionados. De nuevo, una familia de cronógrafos con tres referencias dentro de la serie 9400, entre las que encontramos dos tipos de esferas: las de tipo más clásico en busca de los contrastes entre esfera y contadores y otras más inspiradas en los modelos originales, apodadas como “exotic” por los coleccionistas.

En el año 1995 llega la cuarta familia de cronógrafos, y la segunda dentro los de cuerda automática Prince Oysterdate con la serie de referencias 79200.

La caja parece mucho más refinada, con líneas más suaves, pero manteniendo la silueta que había hecho reconocible a los cronógrafos de Tudor desde los inicios. Además del cambio de silueta, llegaron otras modificaciones notables como un disco de bisel de aluminio anodizado negro con calco y un cristal de zafiro que llegó para remplazar al plexiglás.

En la actualidad, Tudor cuenta con diversas colecciones de cronógrafos como Black Bay Chrono o Heritage Chrono, que rinde homenaje a estas primeras series ya históricas.

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